Nkono uno de los mejores porteros de fútbol

Los porteros son una raza aparte y destinada a los extremismos. O constituyen el paradigma de la serenidad, o la viva imagen del desequilibrio. Un guardameta no admite las medias tintas. 

La portería es un recintoreducto demasiado sagrado como para confiársela a alguien que no esté dotado de sobrehumano equilibrio o no se vea distinguido con el estigma divino de la locura. En realidad, se trata de dos formas de designación sobrenatural; de la traducción de dos principios antitéticos, el hielo y el fuego, que en su disparidad se confunden y, en cierto modo, se complementan y armonizan. Los porteros son los más conservadores o los más rebeldes de los elementos humanos en juego. 

Lo reducido del territorio que defienden, y del que responden prácticamente con su cabeza, ejerce sobre ellos efectos narcóticos o estimulantes. Los nervios se duermen o se sensibilizan. Y ya tenemos ahí a tipos gélidos que contemplan el mundo exterior con los ojos entornados y, el entrecejo fruncido, o a sujetos hormigueantes que miran el verde paisaje con los ojos desorbitados y el cabello en desorden. 

En este Mundial, los porteros están generando muchas de las noticias o de las anécdotas. Pumpido ya está «con la pata quebrada y en casa». Dassaev es desterrado a su Siberia interior. Shilton bate todos los records de presencias internacionales. Zenga es el único que no ha encajado ningún gol en los tres primeros encuentros. Zubizarreta se metamorfosea en ángel de la guarda. Conejo une a su chistoso apellido una enternecedora devoción religiosa. NKono se muestra como un híbrido de águila, lagartija y canguro... E Higuita. El portero colombiano no se parece a ninguno de ellos. 

Ni siquiera estamos seguros de que sea un portero, sino un defensa retrasado o un chico de la calle que pasara por allí y se colocara bajo los palos porque no había otro o por una apuesta. Su apodo de «El Rana» le viene seguramente de su agilidad y de su aspecto general algo achaparrado, pero quizá también de la afición de los batracios a cantar a la Luna, aunque tan peculiar arquero sea, en realidad, lo contrario. O sea, un cantamañanas. Higuita semeja estar hecho de retales de razas. Es un popurrí de indio, negro y chino. Pero lo que de verdad parece es un pirata malayo , en el que la salgariesca crueldad se hubiese transformado en una dosis suplementaria de locura. Su apellido le cuadra. 

Se diría un diminutivo que exprese la puerilidad del personaje. Higuita ha traido al Mundial un fútbol de circo o de «comic». Pero no solamente en su vertiente divertida, sino en la emocionante y artística. Sus aventuras lejos del marco tienen -como en el circo y los tebeos- peligro, precisión y un final feliz.

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